La semana pasada se dio a conocer la triste noticia de la muerte de Giorgio Armani, uno de los diseñadores más revolucionarios de nuestros tiempos. A continuación te diremos cómo es que revoluciono el mundo de la moda.
Desde sus inicios, Armani declaró que se sentia atraido por los trajes austeros de las películas noerrealistas. Por ello comenzó a realizar vestuarios para númerosas películas, y, por supuesto, esas películas que representaban al llamado ‘yuppie’ de los noventa. Icónicas escenas de American Psycho, El Lobo de Wall Street y American Gigolo, han inmortalizado a los trajes firmados por él.
Asimismo, uno de sus mayores aportes gue la monocromía elegante. En una época en que lo habitual era combinar prendas por contraste, el italiano puso de moda lucir colores muy cercanos, pero no idénticos, en una búsqueda de una cierta naturalidad sobria y contenida. Combinaba varios tonos de marrón, gris o azul, y prefería siempre los colores intermedios, como vestigio de una época en que los diseñadores competían entre sí por dar con una paleta cromática propia y diferenciada. La de Armani fue siempre sutil y enormemente equilibrada, y el tiempo le dio la razón. No en vano sus últimas colecciones, presentadas en Milán, recuperaban su combinación cromática más popular: camisa, chaqueta, corbata y pantalón en tonos y estampados muy similares, una forma de dar protagonismo a la silueta y a los tejidos. También su afición por la fotografía en blanco y negro, en gran parte debida al talento de su colaborador Aldo Fallai, privilegiaba esta paleta de grises y sombras que lo haría reconocible al instante.
En 1981, rompio los esquemas del lujo cuando creó Emporio Armani, siendo la primea línea con moda accesible destinada al público joven. “Para mí, lo más importante es que la gente lleve mi ropa. No diseño para la pasarela o las revistas”, dijo el diseñador entonces. Asimismo, fue pionero en democratizar la moda en la alfombra roja, entendiendo el poder de las celebridades como embajadores culturales. Fue el diseñador más solicitado por las estrellas de Hollywood, vistiendo a decenas de celebridades con un estilo que combinaba sofisticación y cercanía.
Su huella también se siente en el empoderamiento femenino con el power dressing que diseñó para las mujeres en los años 80 cambió la forma en que muchas ejecutivas, artistas y figuras públicas se presentaban al mundo. Armani entendía la moda como una herramienta de transformación social, y su ropa daba confianza, libertad y comodidad. Asi el traje, inspirado en el clásico masculino, que se convirtió en el uniforme de muchas de las mujeres que por fin accedían a puestos laborales de poder.
Su relación con las modelos realistas también fue especial. Empezando por las de sus desfiles; en una época en que la relevancia de una pasarela se medía por la cantidad de ceros que reunían los cachés de las supermodelos, Armani fue siempre fiel a sus colaboradoras habituales y entabló con ellas una relación profesional duradera.
Cuando los desfiles de otras marcas se llenaron de rostros apesadumbrados y demacrados, las de Armani siempre se mostraban sonrientes y caminaban con ligereza. Como buen diseñador italiano, siempre estuvo convencido de que el poder de la moda no consistía en vehicular complejos mensajes conceptuales, sino en embellecer a sus clientas y hacerles más fácil y cómoda la vida diaria.
Se manifestó a favor de controlar el índice de masa corporal para asegurar que sus maniquíes fomentasen una belleza saludable. “Hay que decirlo claramente, tenemos que luchar contra la anorexia”, declaró en 2009.
Su obsesión por la textura y los tejidos marcó una diferencia estética clave. Linos, terciopelos, sedas y lanas eran tratados con delicadeza y fluidez, sin estructuras rígidas ni adornos superfluos. Su moda parecía flotar, respirar, adaptarse al cuerpo. Era lujo silencioso, de ese que no necesita etiquetas.
Pero su legado va más allá de la moda. Armani fue empresario, visionario y esteta integral. Desde sus líneas de negocios en muebles, hoteles, perfumes y gastronomía, hasta sus colaboraciones con el deporte y su compromiso temprano con la sostenibilidad, siempre mantuvo una coherencia estilística y ética inquebrantable.
Siempre fue fiel a su independencia, nunca vendió su empresa ni cedió el control creativo. Hasta el final, Giorgio Armani fue sinónimo de integridad, elegancia y visión. Hoy, más que despedir a un diseñador, honramos a un creador que nos enseñó que el estilo no se impone, se encarna. Su legado vive en cada prenda que habla sin necesidad de alzar la voz.