Lo que comenzó como un proyecto universitario en Portugal, hoy es una realidad en el mercado: las tejas solares fotovoltaicas, una innovadora alternativa a los paneles solares tradicionales. Esta tecnología, parte del concepto BIPV (sistemas fotovoltaicos integrados en edificios), combina generación eléctrica y función estructural en un solo producto.
Una de sus principales ventajas es su integración estética y arquitectónica. Al sustituir a las tejas tradicionales sin necesidad de estructuras adicionales, se integran perfectamente en la cubierta del edificio, manteniendo la armonía visual del inmueble. Esto resulta útil en zonas donde las normativas urbanísticas o de conservación del patrimonio impiden o limitan la instalación de paneles solares visibles, permitiendo así acceder a las energías renovables sin comprometer el diseño.
Además, ofrecen una mayor resistencia a las diferentes condiciones climatológicas, al estar diseñadas específicamente para formar parte del tejado. Actúan como protección estructural frente al agua, el viento o el ruido, a la vez que generan electricidad. También aportan beneficios en términos de eficiencia espacial, al no requerir espacio adicional ni modificar la estructura del tejado. Aunque su instalación inicial puede ser más costosa, esta doble funcionalidad puede representar un ahorro a largo plazo.
Sin embargo, su adopción masiva aún enfrenta retos: altos costos, necesidad de instaladores especializados y limitaciones en rendimiento y mantenimiento. De ahí que esta tecnología, se esté dirigiendo a obra nueva (y de gama alta). Y a edificios históricos protegidos donde no se permite la instalación de placas fotovoltaicas.
Empresas como Tesla o GAF Energy ya han lanzado modelos comerciales, apostando por su implementación en obra nueva y edificios protegidos. Según expertos, este tipo de soluciones integradas podrían ser clave en la transición hacia una arquitectura más sostenible. DeBono, presidente de GAF Energy, ejemplificó con su propio caso: un tejado solar costaría unos 42.000 dólares, y con ayudas, unos 30.000; frente a 28.000 del tejado convencional más 24.000 de paneles solares.
“Su instalación es sencilla, similar a los tejados convencionales”. Al funcionar de manera autónoma, cuando una de las tejas solares tiene un problema, no afecta al resto, que sigue produciendo energía.
No obstante, como señala Monjo-Carrió, su uso se limita a viviendas unifamiliares con tejado inclinado, y su mantenimiento aún es poco conocido. También son más difíciles de limpiar que los paneles tradicionales y su rendimiento depende mucho de la orientación del tejado.
Pese a todo, DeBono cree que las tejas solares son parte de la solución: “Es difícil imaginar un futuro sin techos generando energía solar. Necesitamos adoptar las energías renovables”.
Aunque funcionan igual que los paneles solares, la diferencia está en su integración a los edificios. Mientras que los paneles se instalan sobre el tejado ya existente, las tejas solares sustituyen directamente las piezas convencionales del tejado, combinando la función estructural de cobertura con la capacidad de generar energía. Esto permite una estética más uniforme y discreta, ideal para quienes desean mantener una apariencia tradicional en la vivienda o cumplir con restricciones urbanísticas o patrimoniales.
También se diferencian en costos e instalación. Los paneles son más económicos y fáciles de instalar, mientras que las tejas, al estar menos desarrolladas, requieren sustituir el tejado completo y mano de obra especializada. No obstante, en obra nueva, su integración puede compensar el coste adicional.
Las tejas pueden fabricarse con distintos materiales como el vidrio, la cerámica y el polímero compuesto. Algunos modelos utilizan células solares monocristalinas en vidrio templado, lo que permite una alta eficiencia energética y una buena resistencia a condiciones climáticas adversas. Otros apuestan por diseños que imitan las tejas cerámicas tradicionales, utilizando materiales como arcilla cocida o compuestos más ligeros para mantener la estética rústica, sin renunciar a la tecnología solar.
En cuanto a las tecnologías fotovoltaicas empleadas, predominan las células de silicio monocristalino por su eficiencia, aunque también existen opciones con silicio policristalino o tecnologías de capa fina (thin-film), que permiten mayor flexibilidad y adaptación a distintos formatos. Cada tipo presenta ventajas según las necesidades del proyecto: mientras las de silicio monocristalino ofrecen mejor rendimiento en espacios reducidos, las de capa fina pueden funcionar mejor en condiciones de baja luminosidad. La elección dependerá de factores como el presupuesto, la orientación del tejado o el diseño arquitectónico deseado.