Por Katya J. Orozco Barba
“La niñez es el corazón de todas las edades.” (Lucian Blaga)
Hoy, quisiera dirigir la mirada a lo más puro y valioso de la humanidad: la niñez.
Hay tanto qué conocer de cada uno de los niños, tanto de qué hablar, pero hoy quisiera hacer una pausa para reflexionar sobre la transición que probablemente están pasando algunos niños a raíz de la pandemia.
Desde pequeños, los niños se cuestionan sobre lo que les rodea; no sería la excepción que ante la situación de la pandemia los niños comiencen a cuestionar lo que sucede en el mundo, en su escuela, con sus amigos, sobre la enfermedad o de la muerte.
Los cambios son parte natural de la vida. Todos los días experimentamos cambios a muchos niveles: sociales, físicos, emocionales, conductuales o espirituales, a veces el cambio es gradual y otras no. Los cambios repentinos como los que se están viviendo impactan de manera cultural, educativa, afectiva y social al niño.
¿Qué es una transición?
Es el estado emocional que se vive entre un estado o forma de ser y otro. Los cambios pueden ser físicos, pero la transición es psicológica.
En la transición se experimentan pérdidas – pequeñas o grandes, pero pérdidas al fin – y acompañar los sentimientos que se gestan alrededor de ellas será clave para una sana constitución afectiva del niño. Permitir y ser partícipe de los cambios desarrolla y potencializa la capacidad adaptativa del niño.
Invito al lector que es padre o madre, o que esté a cargo de un niño, brindarle soporte en esta transición, pues será un pilar fundamental en la salud mental del niño.
¿Cómo brindar soporte?
Hágalo partícipe de los rituales culturales que han estado presentes en sus vidas antes de la pandemia y que ahora no se pueden realizar de la misma forma, por ejemplo: cumpleaños, día del padre, nacimientos, misas, ir a la escuela, etc.
Crear nuevos rituales significativos, por ejemplo: lectura de cuentos antes de dormir y dialogar sobre lo que le llamó la atención, platicar con él al jugar un juego de mesa, dibujar y permitir que en ese proceso el niño nombre las emociones que percibe, en qué lugar de su cuerpo las siente, y, con base en el relato del niño, ofrecerle genuinamente un espacio de protección a través de su cercanía y de su palabra.
Comparto una recomendación reciente sobre el tema de protección del psicoanalista L. Lutereau, cuando un niño pregunte sobre la muerte o sobre si puede pasarle algo a él:
“En lugar de decir ‘todos vamos a morir algún día,’ yo recomiendo responderle que sus padres estarán ahí para protegerlo y, si pregunta si algo les puede pasar a los padres, lo recomendable es decir: ‘Siempre habrá alguien que pueda protegerte y cuidarte cuando lo necesites.’»
Cierto, no se puede garantizar la propia vida. Lo mejor que se puede responder, lo verdadero, es: “Nunca estarás sólo.»
Cada niño tiene el derecho de ser protegido.
Ojalá que todos los niños en esta cuarentena o en algún momento de su infancia escuchen e inscriban en lo más profundo de su corazón estas amorosas palabras, llenas de verdad: “Nunca estarás solo.”
La orientación de un analista o psicólogo en los procesos de crianza, de angustia durante esta cuarentena, surcará caminos para conocer vías de soporte para brindar a los niños.
De igual forma, para aquéllos que ya no son niños, acercarse a una orientación y acompañamiento psicológico podrá generar nuevas alternativas de soporte y protección en la vida adulta.
Referencias
Díaz Viana, L. (2008). Narración y memoria. Anotaciones para una antropología de la catástrofe.
Esborraz, M. (2018). Más crianza, menos terapia, de L. Lutereau. Revista Litura, (1), 41-44.
“Invito al lector que es padre o madre, o que esté a cargo de un niño, brindarle soporte en esta transición, pues será un pilar fundamental en la salud mental del niño.” –
Katya J. Orozco Barba